REFLEXIÓN DE NUESTRO CONSEJERO ESPIRITUAL RVDO. D. ÁNGEL LUIS MIRALLES SENDÍN
Seguimos recordando a San Manuel González que nos anima a amar al Señor en la Eucaristía.
La Eucaristía es nuestra vida porque es Cristo. Un cristiano sin Jesucristo no es nada. Los discípulos de Emaús escucharon largamente a Jesús, le contaron sus preocupaciones, estaban tranquilos con él, tanto que le invitaron a cenar en su casa. Así le reconocieron al partir el pan. La Eucaristía es la mayor muestra de amor: “tomad y cómed”, amor que da su propia vida. No podemos entender la grandeza a la que estamos llamados, la maravilla de la vida con Dios.
“El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo, y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas; pero estos no querían acudir”. Vivir en Cristo es estar en un banquete continuo. Es llenar la vida de alegría, de paz. Es recibir muchísimo y dar un poco de lo recibido.
“En la Misa, el Señor Jesús, haciéndose pan partido por amor a nosotros, se nos da y nos comunica toda su misericordia y su amor, renovando nuestro corazón, nuestra vida y nuestras relaciones con él y con los hermanos” dice el Papa y, continúa “para el cristiano es vital participar en la Eucaristía, especialmente el domingo, puesto que nos permite unirnos a Cristo, tomando parte de su victoria sobre la muerte y gozar de los bienes de la resurrección”.
Si es lo que nos da nuestra identidad, la participación en la misa del domingo tenemos que valorarla mucho. Si lográramos transmitir este gozo a los nuestros, seríamos unos grandes misioneros.
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda?”. Para participar en la misa, en la comunión, hay que estar preparados. Hay que limpiar nuestra alma en la confesión sacramental, llevar el traje de boda.
De la mano de nuestro querido San Manuel vamos a valorar más cada día la Eucaristía.